Escribe: Patricio Ramírez, coordinador Observatorio Económico y Social Universidad de La Frontera.
Mientras Chile terminó el primer semestre del año con un exiguo crecimiento de 0,5% del producto interno bruto, registrando con ello el peor resultado de la primera parte del año desde 2009; La Araucanía cerró este primer semestre de 2017 con una contracción económica de -0,2% en su actividad productiva agregada.
La región no escapa al débil momento económico que atraviesa el país en general, de hecho, 9 de las 14 regiones (incluida La Araucanía) concluyeron este primer semestre con cifras rojas en sus indicadores económicos locales.
Si bien La Araucanía anotó la menor contracción acumulada entre las regiones que tuvieron variaciones negativas al término del primer semestre, el escenario es preocupante dado que la región no experimentaba una contracción acumulada en el primer semestre en su actividad desde hace más de cinco años. La caída de la actividad regional este semestre estaría explicada principalmente por bajos desempeños en los sectores: construcción; silvoagropecuario; comercio y servicios financieros.
El deterioro en la actividad local se ha dejado sentir en el empleo. La desocupación regional promedia un 8,3% hasta junio del año en curso, mientras que el desempleo nacional promedia un 6,7%.
Esta alta desocupación regional con que cierra La Araucanía la primera mitad del año no se veía desde 2010 cuando para el mismo periodo se alcanzó una desocupación de 8,4%. Y está muy lejana del 6,8% y 6,4% de desempleo que anotó la región en igual periodo de 2015 y 2016 respectivamente. La generación de empleo es una de más mayores debilidades del semestre, en 12 meses se han creado apenas 850 empleos netos adicionales.
La fuerza de trabajo ha venido aumentando este año, es decir, hay más gente dispuesta y con deseos de trabajar, sin embargo, la baja generación de puestos de trabajo ha hecho elevar la cantidad de personas sin empleo y por ende la tasa de desocupación.
Estamos hoy frente a una tasa de desempleo históricamente alta para la región y a un frágil mercado laboral con baja creación de plazas de trabajo, que refleja el actual menor dinamismo de la actividad económica de la región, pero también de problemas económico-sociales más estructurales como la baja inversión privada nacional y extranjera, la baja escolaridad y brechas de capacitación.
Si la región quiere asegurar un flujo constante de empleo en el mediano y largo plazo, necesariamente debe atraer e incrementar la inversión especialmente privada. La inversión pública ayuda (actividad y empleo), pero está sujeta a presupuestos y es de corto plazo por lo que sirve solo para complementar y mitigar periodos de ralentización económica.