Escribe: Héctor Cumilaf, académico mapuche y candidato a diputado por el D-23.
Durante el mes de octubre se celebra el día del adulto mayor o la vejez en todo el mundo. En Chile viven 3,5 millones de personas mayores de 60 años, lo que representa un 19% de la población y que espera, se proyecte en un 31% para el 2050. Esto supone muchos desafíos, partiendo por la mirada que tenemos acerca del envejecer
Envejecer es un proceso natural de la vida y por tanto nos debería importa a todas y todos. Culturas orientales ponen en un sitial de sabiduría y respeto a las personas mayores, lo que no es un correlato en el mundo occidental. Sin embargo y dado que existen muchos vacíos históricos en la educación chilena, pocos conocen de la importancia social de las personas mayores en la cultura mapuche, cumpliendo roles de educación, trasmisión oral de la historia y las tradiciones. Eran consideradas personas a las que se debía pedir consejo para actuar frente a los desafíos de la vida, pienso que esto también lo tenían las familias chilenas antes de la imposición del modelo socioeconómico neoliberal. Las personas mayores eran sujetos de reconocimiento y cumplían un rol social de memoria histórica
Ser adulto mayor en el actual sistema, supone una serie de preocupaciones dada la desconfiguración de él y la adulto/a mayor como sujetos funcionales. Esto conlleva a concentrar las problemáticas de este grupo etario en el deterioro de la salud y las posibilidades de cobertura, atención y cuidados que posean, las bajas pensiones que reciben y con ello la perdida de valor como consumidor y productor del sistema económico. Estas problemáticas determinan la significación de las personas adultas mayores, deshumanizándolas y categorizándolas como un problema a resolver para todo tipo de políticas públicas o privadas.
El sujeto de la posmodernidad, caracterizado por su lugar en la cadena de producción económica, ha empujado a los y las adultas mayores al abismo de la indiferencia y a la falta de empatía ante una condición natural de la vida a la que llegaremos muchos y muchas de nosotros/as, según las crecientes expectativas de vida. Pese a ello, las condiciones sociales y económicas en tanto sujeto excluido del ámbito laboral suelen enfrentarse con políticas de corte asistencialista y paliativas, que desconocen el carácter estructural de la problemática del adulto mayor como sujetos desvalorizados en el ámbito productivo.
Para un tratamiento integral de la situación del adulto mayor en Chile, su legislación debe contemplar planes de acción proximales y a mediano plazo. Lo primero tiene que ver, entre otras cosas, con la construcción de espacios físicos y simbólicos para su desarrollo, una política pública de residencias para el adulto mayor, que contemple programas de recreación y cultura sistemáticos, programas del cuidado atingentes, en definitiva, generar políticas que apunten a reconocer al adulto mayor como un/una ciudadano/a.
Lo segundo tiene que ver con concientizar a toda la sociedad, en tanto al rol del ser humano durante todo el ciclo vital, como sujetos de derechos con características particulares y experiencias de vida diversas y valorables. Se debe partir por la educación, los medios de comunicación y los servicios públicos quienes deben contribuir a cambiar la mirada economicista de la existencia del ser humano por personas ciudadanas de respeto.