Escribe: Efraín Sáez Montero, director general de Pastoral Universidad Católica de Temuco.
“Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo (…) Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros” (Primer saludo del Papa Francisco, 13 de Marzo de 2013).
Al celebrar el décimo aniversario del pontificado del Papa Francisco, recordemos con especial agradecimiento sus palabras en el saludo que entregó en el día en que fue electo Sumo Pontífice. Aquél signo marcó una nueva impronta pastoral para toda la Iglesia, que continuó sin lugar a dudas, la senda ya transitada por Benedicto XVI.
Hoy nuestro agradecimiento a Dios por el ministerio petrino del Papa Francisco, es parte del don y la tarea que se nos ha legado por su pastoreo junto al Pueblo de Dios. La enseñanza de su magisterio, ha encaminado a la Iglesia por la vía de una importante renovación: la de caminar juntos -en sínodo-, volviendo la mirada a la fe que hemos recibido en el Bautismo y desde la cual anunciamos y vivimos el Evangelio de Jesucristo.
Es de especial atención entonces, que en estos diez años hagamos vivo el llamado que nos hace el Papa Francisco en torno al Pacto Educativo Global, en cuyo lanzamiento encontramos la invitación que él mismo nos realiza “para dialogar sobre el modo en el que estamos construyendo el futuro del planeta y sobre la necesidad de invertir los talentos de todos, porque cada cambio requiere un camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora” (Papa Francisco, 2019. p. 3).
Con lo anterior, acogemos con alegría su enseñanza y ofrecemos nuestra oración a Dios por el fecundo ministerio del Papa Francisco, reafirmando nuestro compromiso universitario para que desde nuestra labor formadora en educación superior, seamos siempre “artesanos de paz”, tal como nos llamara en la homilía de la Santa Misa que celebró en la visita a nuestra región de la Araucanía el año 2018; y asimismo estemos siempre dispuestos “a servir a quien tiene necesidad y tenderle la mano, sin cálculos, sin temor, con ternura y comprensión, como Jesús se inclinó a lavar los pies a los apóstoles” (Papa Francisco, 2019. p. 5).