Yessica Ramírez es una de tantas inmigrantes que han llegado en los últimos años a nuestro país en busca de un mejor futuro para sus hijos y para su familia en general, pero que han visto amenazada su estadía debido a la falta de trabajo y muchas veces a la informalidad de éstos, donde el contrato a plazo fijo parece ser el mayor desafío que deben superar.
Con tan solo 32 años, esta joven venezolana decidió dejar su país, a sus dos hijos de ocho y 11 años y salir en busca de un lugar con una mejor calidad de vida donde establecerse con su familia.
Llegó en principio a Perú, donde estuvo un año y posteriormente decidió venirse a Chile, donde lleva aproximadamente un mes. Asegura que le encantaría quedarse en nuestro país, pese a que considera la vida un poco cara, pero destaca la seguridad y la buena calidad de vida existente en el territorio.
Se encuentra en Angol junto a su madre y otros cuatro familiares, de los cuales solo tres tienen trabajo con contrato, en tanto ella, su hermano y la pareja de su madre se encuentran desempleados.
“Llegué hace un mes a Chile y no he podido encontrar trabajo. Chile me gusta mucho para vivir, pero el trabajo es escaso y es más difícil aún que nos hagan contrato. Hay muchas personas que me han ofrecido trabajo, pero sin contrato y eso no me sirve. Yo tengo en Venezuela a mi dos hijos, lo que se quedaron con su papá a la espera para venirse a Chile también, pero sino encuentro trabajo no podré traerlos”, manifiesta con amargura la joven mujer.
INSOSTENIBLE
Asegura que la situación en Venezuela es insostenible por lo que decidió emigrar en busca de mejores condiciones para sus hijos. “En Venezuela ya no se puede estar. No tenemos luz, falta el agua, es muy difícil encontrar comida y la inseguridad es mucha. Así no se puede vivir”, expresó.
Yessica ha golpeado muchas puertas sin mayor éxito. No quiere tener que regresar a Venezuela. Asegura poder trabajar en lo que le ofrezcan con tal de lograr un contrato que le permita quedarse en Angol y ser una ciudadana más, lo que le permitiría enviar dinero a sus hijos en Venezuela y traerlos en el futuro.
“Yo quiero trabajar. He trabajado en restorán, hoteles, cocinerías y diferentes cosas. Soy una persona trabajadora, responsable y honrada que solo necesita una oportunidad para mí y mi familia”, afirma desesperada.
A esta mujer solo le quedan dos meses para encontrar un trabajo con contrato, de lo contrario deberá dejar el país como lo exige la Ley de Inmigración, truncando no solo un sueño y una esperanza de una vida mejor, sino además la posibilidad que toda una familia vuelvan a sonreír en un país que les tendió la mano.
Por Rodrigo Zurita.