¿Quieren saber cómo es estar 10 días encerrada en el hospital en plena pandemia con tu hijo hospitalizado?
Pues es surrealista penca, complejo, cuático. No puedo salir a la calle y no puedo ver a nadie, quien viene te deja las cosas en el primer piso y alguien desconocido sube a dejártelas.
No hay abrazos de contención, besos de amor, relevos ni visitas.
Hoy venía el papá de Joaco viajando desde Los Ángeles para verlo, pero hablé con la enfermera y no existía ninguna posibilidad de relevarme, así que le dije que mejor se devolviera no podría ver a su hijo.
Joaco lloró, quería verlo y saludarlo mañana, pero no se puede y debe aceptarlo. Debo confesar que lloré, lloré de impotencia y agotamiento mental.
Es como estar en la cárcel imagino, ambos prisioneros de la contingencia covid y los protocolos de seguridad.
Debes permanecer 24 horas con mascarilla, “descansar” en un sillón y bañarte a las 5 de la mañana con agua fría (bueno, eso si decides bañarte).
Pasan las tens durante toda la noche, haciendo aseo, controlando, etcétera. No se duerme, se dormita. No sabes qué día es, qué hora es. El tiempo se detiene y las ideas se pierden.
No pido que me traigan comida para no molestar a otros en sus rutinas, la mía cambió pero no pretendo hacerlo con la de los demás.
Hay un seudocomedor donde está el ascensor para pacientes covid. El otro día, mientras me tomaba un café, subieron tres pediátricos con coronavirus, los guardias te alejan un par de metros mientras pasa la camilla y luego vuelves a sorber tu café, ya frío, con la garganta apretada de estar tan cerca de la enfermedad y el corazón compungido por esos pequeños.
Caminas por un pasillo de lado a lado, tratando de sentirte conectada con la realidad. Hoy tuve que ir a urgencia. Mi diagnóstico: infección urinaria. Antibióticos por siete días.
Joaco ajeno a todo, pasa el rato, leyendo, mirando por la ventana, viendo videos y escuchando música.
Y aquí estoy cansada, adolorida y aturdida; pero estoy en el lugar donde debo estar, junto a mi pequeño gigante que me da ánimo y energía para empezar nuevamente mañana otra rutina de hospital.
Sé que debo ser fuerte, que todo va a pasar, que pronto estaré en casa, que todo saldrá bien, que tengo fe. Sólo es un momento de reflexión. No decaeré.