La historia de un esforzado comerciante de Villarrica que ahora les devuelve la mano a sus clientes afectados por la pandemia

Willian Lara llegó de Santiago a trabajar como vendedor ambulante y tras años de labor logró levantar un restaurant y traer a su familia a residir a la zona lacustre.

Llegó en solitario el año 2009 a vivir a Villarrica, solamente “con lo puesto”, pero con sueños de progresar económicamente y traer a su familia a disfrutar de los bellos paisajes lacustres de La Araucanía.

Este es el comienzo de la historia de Willian Lara Vargas, un santiaguino que originalmente pensaba trasladarse a Chiloé, pero que por las vueltas del destino termina enamorándose de Villarrica, donde protagoniza una historia de esfuerzo y tesón para alcanzar sus sueños.

“Llegué en blanco, a la aventura, ni siquiera conocía Villarrica. Solamente teníamos los planes de irnos al sur, inicialmente a Castro, pero la gran distancia de Santiago hizo que nuestra familia desechara esta idea”, relata.

Un hijo encontró una propiedad en venta en Villarrica y eso lo hizo llegar a esta comuna, que le gustó tanto, que hizo que los planes de don Willian fueran cambiando y pusiera sus esfuerzos para establecerse en La Araucanía.

No logró comprar esa propiedad inicial en Villarrica, pero de todos modos, ese fue el punto de partida para que se radicara en la zona lacustre, iniciándose como comerciante ambulante, trabajo que desempeñó durante dos años, mientras su familia continuaba residiendo en Santiago.

“Partí de cero, nunca había trabajado en estas cosas, pero siempre me gustó el comercio. En Santiago tenía un buen trabajo pero siempre en mis ratos libres partía a vender a las ferias o al Persa”, relata.

Luego de estos años de esfuerzo en el comercio ambulante, junto a su hijo mayor, logran levantar el restaurant La Taberna, al que se vino a trabajar su grupo familiar, lo que permitió que la familia completa terminara radicada en Villarrica.

Willian agradece que desde un primer momento, los habitantes de la comuna apoyaron su proyecto y siempre tuvo fieles clientes que llegaban a disfrutar de sus preparaciones.

LA IDEA
Pero llegó el año 2020 y la pandemia del covid-19 provocó un gran remezón en lo económico a los villarricenses, al punto que don Willian notó que varios de sus clientes habituales dejaron de concurrir a almorzar, lo que no dejó de preocuparlo y le hizo surgir el sentimiento de que debía de alguna forma devolverle la mano a las personas que lo ayudaron a surgir en su negocio.

“Conversé el tema con mi familia, de ofrecer almuerzos gratuitos a quienes no pudieran pagar. En principio serían cinco almuerzos diarios, pero mi hijo, quien es el propietario del restaurant, me dijo que no, que fueran 10, lo que me alegró mucho más”, recuerda.

Pero la necesidad fue mayor y en el apogeo de la pandemia en esa comuna lacustre, llegó a entregar 20 almuerzos diarios y puso un letrero en la puerta del local que dice hasta hoy: “¿No tienes dinero? Pase, aquí tenemos 10 almuerzos gratis diarios”, y más abajo otro que invita a los clientes que pueden colaborar en esta cruzada solidaria. “El plato número 11 lo pones tú ¿me ayudas?”.

HISTORIAS QUE CONMUEVEN
Willian se ha conmovido por algunos casos de personas que han llegado a almorzar gracias a esta iniciativa de ayuda social. “Un domingo llegó a almorzar una señora y me dijo si le podía regalar dos almuerzos. Por supuesto que sí, la respondí. Luego me pregunta si me acordaba de ella, pero como andaba con mascarilla le dije que no, me dijo que había estado como clienta en octubre, almorzando junto a su marido e hijos y me dice que ahora pasaba una doble tragedia, una por el coronavirus y luego me cuenta que el marido había sido asesinado. Uno se quiebra con esas historias y así han habido otras en esta comuna, pero también hay gente que nos tira para arriba”.

Agrega que “algunas personas no entran a consumir, sino que vienen a dejarme dinero, mil o cinco mil pesos para que le regalemos almuerzos a las personas. Hace pocos días llegó una niña con un saco de papas. Es algo fuerte, que nos trae alegría y aliento. Conocer los problemas que está pasando la gente da mucha pena. También a muchos les da vergüenza entrar, algunos que antes venían a consumir y tenían para pagar y ahora no tienen, se paran en la puerta y sólo miran, es fuerte lo que les pasa. Trato de ser abierto, que entren, ya me conocen”.

“Esto lo seguiremos haciendo, al menos mientras dure la pandemia, pero nos ha fortalecido tanto que no sería raro que lleguemos más allá de eso. Espero que vengan cambios en el país y que favorezcan a la gente, pero si la situación se mantiene, pensamos por ejemplo dar gratuidad a la tercera edad o algo así, esto es una devuelta de mano a la comunidad que me acogió, a la gente, no a las autoridades que siempre nos ponen más trabas que facilidades, es para la gente que lo está pasando mal y me gustaría que otras personas que tienen restaurant hicieran esto mismo. Incluso hay personas de Pucón y Panguipulli, abuelitos que han venido a hacer trámites y han pasado a almorzar conmigo y les hemos dado una mano”, concluye.

El restaurant La Taberna se ubica en calle Gerónimo de Alderete 702 esquina Bilbao, en Villarrica.