María Cristina Llancapan: recolectora de algas de orilla y emprendedora

En las zonas lafquenches los recursos del mar, como las algas marinas, son un alimento primordial, no solo porque son parte importante de la dieta alimenticia, sino que también porque son productos que históricamente les han permitido obtener ingresos y generar intercambios por otros productos de primera necesidad. Este tipo de historia es común para las familias costeras, y así lo ratifica María Cristina Llancapan Llancapan, quien pertenece a la Agrupación de Mujeres Recolectoras de Algas “Lafquen Malen”. Esta emprendedora es también parte de la Ruta Fluvial Carahue Navegable, una iniciativa que impulsa CMPC y el Departamento de Acción Social del Obispado de Temuco.

María Cristian nació y se crió en el sector de Hueñalihuen, en la comunidad José Painecura; en este lugar estudió hasta sexto básico y en este lugar también heredó de sus padres los conocimientos y técnicas para recolectar las algas marinas que ofrece la costa chilena, tales como, el cochayuyo, el luche, el lualua y el ulte. La vida antes, recuerda María Cristina, no era fácil, por ello, cada recurso debía cuidarse y no derrocharse. “Cuando éramos chicos no había electricidad ni agua dentro de las casas; entonces para iluminarnos se usaba un tarro pequeño al que se le echaba parafina y se hacía una mecha con el género de los sacos de harina, los famosos chonchones; y como la parafina era un recurso escaso, en mi casa mis papás priorizaban su encendido para que nosotros hiciéramos las tareas de la escuela, porque le daban importancia a la educación”.

Pese a que no fue una vida fácil ni con las comodidades que hay hoy día, en su infancia, María Cristina la pasó bien y el hecho de trabajar de pequeña en la recolección de algas, tampoco era un problema. “La recolección de algas era una tarea que realizábamos con alegría y con gran responsabilidad, además yo era la mayor de diez hermanos, entonces, acompañaba a mi papá a los pueblos cercanos a vender las algas, íbamos en carreta tirada por bueyes y cuando llegaba la noche, dormía debajo de la carreta”.

Como eran numerosos hermanos, a los 14 años emprendió viaje a Santiago, donde trabajó varios años; y como siempre regresaba en las vacaciones a su terruño, en uno de esos descansos, se enamoró y se casó con Bernardo Huenuman. Este hecho hizo que retornara a Carahue y se instalara a vivir en la comunidad Pedro Huenchuñir del sector Lilicura. Si bien este matrimonio no pudo tener hijos biológicos, María Cristina y Bernardo, criaron a un sobrino como si fuese un hijo, entregándole todo el cariño y educación necesaria para que se desarrollara. Hoy David, tiene 29 años.

UN PARAJE MARAVILLOSO: LILICURA

Lilicura es un hermoso lugar, que se destaca por sus grandes acantilados que marcan el límite entre la tierra y el mar. En este sector, numerosas familias lafquenches trabajan, al igual que María Cristina Llancapan, en la recolección de algas, a las que acceden bajando por estrechos y escarpados senderos, una vez abajo, equilibrándose sobre las rocas y vigilando las mareas, van cosechando las algas y van formando lotes que suben desde los roqueríos hasta la cima del precipicio, al hombro o con la ayuda de un elevador.

En el caso de María Cristina y Bernardo, en su terreno a orillas de la Ruta R -138 (Carahue – Tirúa) construyeron un secador de algas y una pequeña sala, donde procesan y envasan las algas, productos que poseen una serie de propiedades, asevera María Cristina. “Las algas son increíbles y forman parte de nuestra dieta ancestral, por ejemplo, en el caso del cochayuyo tiene muchas vitaminas, antioxidantes y minerales como el fierro y el yodo; y omega 3”.

María Cristina, hoy cuenta con un carrito de comida que es parte de la Ruta Fluvial Carahue Navegable, donde vende sus productos del mar en distintos formatos, además de las clásicas sopaipillas y una variedad de empanadas, entre las que destaca la de cochayuyo-queso.