“Impacto de Drosophila Suzukii en el sur de Chile: avances y desafíos”, es el nombre de la charla que impartió la entomóloga de INIA Carillanca, Patricia Navarro, en el seminario Drosophila Suzukii en la Región de O’Higgins: avances y desafíos para la fruticultura regional”.
Lo anterior en el marco del cierre del proyecto “Transferencia D. suzukii: mitigación económica y social mediante una estrategia de difusión y manejo integrado” financiado a través del Fondo de Innovación para la Competitividad del Gobierno Regional de O’Higgins y su Consejo Regional, enmarcado en la Estrategia Regional de Innovación.
La especialista explicó el daño causado por la mosca de alas manchadas, que ha producido grandes pérdidas económicas en frutales como berries y cerezos, afectando principalmente la Agricultura Familiar (AF) del país y también de nuestra Araucanía. “El daño generado por esta plaga ha ido en aumento, gatillando la preocupación no solo de pequeños productores, sino también de la comunidad urbana que posee árboles, arbustos o plantas frutales en los patios de sus casas. Durante la temporada 2020-21, las denuncias y evidencia de los daños provocados por esta mosca se hicieron notar en las redes sociales por medio de videos, fotografías y testimonios ciudadanos, quienes daban a conocer la presencia de larvas al interior de fruta fresca, y durante el proceso de elaboración de mermeladas y conservas. Por lo tanto, el efecto de esta mosca no solo ha producido daño directo en los productores de fruta, sino también ha impactado negativamente la comercialización de productos procesados”, comenta la especialista.
La mosca de alas manchadas se caracteriza por tener un ciclo de vida de 15 días aproximadamente (una generación), cuyo macho posee una mancha oscura en la parte superior de ambas alas, razón por la cual recibe su nombre.
Sin embargo, la importancia de este insecto no radica en el macho, si no en la hembra, la cual no posee manchas en las alas, pero sí una estructura especializada para poner sus huevos llamado ovipositor, caracterizado por su dureza y forma peculiar tipo sierra. Gracias a este ovipositor, la hembra pone sus huevos en fruta sana desde el estado de pinta como cerezas, berries (arándanos, frambuesas, frutillas, moras), zarzaparrilla, uvas, guindo, murta, ciruelo, durazno y todo aquel fruto de piel blanda, sus predilectos. Estos frutos permiten a la hembra poner sus huevos, proporcionándole albergue y alimento para el desarrollo de la futura larva en su interior.