Escribe: Miguel Kottow, Centro de Bioética Universidad Central.
En un medio de comunicación de cobertura nacional, Carlos Peña señala que el Comité de Ética de la red UC Christus rechazó realizar un trasplante médicamente indicado, que no procedía porque “la condición de precariedad social y personal de esta paciente hacen que el trasplante cardíaco no esté indicado”. Interpreta esta decisión, ciertamente carente de espíritu samaritano alguno y éticamente muy criticable, como una marginación de pacientes carentes del soporte social y familiar necesario en el post-operatorio inmediato y mediato. Y ciertamente fue así, pero la crítica a este episodio debiera de ser otra. La orfandad de apoyo debiera ir en el sentido opuesto: si una institución es competente y médicamente dispuesta a realizar el trasplante, ha de ser capaz de brindar los cuidados post-operatorios en sus dependencias hasta que se resuelva la asistencia externa familiar o institucional.
Si hay algo que deteriora las acciones terapéuticas necesarias pero de alto costo, es la actitud de la excelencia técnica capaz de salvar vidas pero que se excusa por razones contextuales o materiales. No necesitamos cirujanos avezados operando órganos y olvidando que son seres con humanos con órganos averiados
. El trasplante de órganos es la situación paradigmática donde la técnica ha de considerar las circunstancias contextuales, pero no para negar sus servicios y condenar al paciente a la muerte, sino para complementar sus destrezas quirúrgicas con efectividad de soporte económico, social, de cuidados, allí donde, por faltar, la negativa de otorgar el trasplante se hace cómplice del desenlace letal. La situación planteada no es samaritanismo cauteloso ni inconsecuente, es la falta de acción samaritana. Si el deber médico es ante todo salvar vidas –según proclama la doctrina correspondiente-, hay aquí un ejemplo de deber incumplido.
Los descargos por la decisión de negar un trasplante a Daniela Vargas complican la situación sin aclararla. Se nos dice que es preciso estandarizar procedimientos, pero el Comité de Ética correspondiente, si es llamado y aquí lo fue, ha de deliberar el caso, no ampararse en normativas estándar. Y esto de enfrentar laicismo con cristianismo es una forma provinciana de entender temas de bioética en que se delibera sobre una vida humana.