Escribe: Esther Gómez de Pedro, directora nacional de Formación e Identidad Instituciones Santo Tomás.
La mujer sigue siendo tema, también tras el 8 de marzo. A veces el tema se aborda desde la reivindicación y desde la denuncia. Quizás haya que denunciar lo que vaya en contra del reconocimiento de su dignidad, y siempre reivindicar un trato conforme y coherente con la misma. En sueldos, en igualdad de oportunidades, no solo en el mundo laboral sino en el proyecto familiar compartido. Sí, está muy bien. Porque la base de todo es la dignidad, que no es algo cultural ni sometido a estereotipos como sí lo son algunos modos y costumbres de la sociedad, sino que más bien está en la base como su fundamento. Importante también reivindicar esta distinción, por cierto.
Por eso, y también como reivindicación, no se trata tanto de “deconstruir” como de construir a partir de ese fundamento, pero de una manera correcta y coherente con él. Esa base no es una creación cultural, aunque la cultura cumpla su rol en ciertas modulaciones y concreciones: sino que existe inserto en el “ser” mismo de la persona. Ese ser se modula como persona femenina o como persona masculina. Esa doble modalidad encuentra su raíz justamente en el ser y por eso comparten el mismo valor. No parece lógico, por tanto, pretender la deconstrucción del fundamento, que sólo sería a costa de acabar con el mismo ser. Por eso, parafraseando a Píndaro, creo que la “bandera de lucha” debiera ser: “mujer, sé la que eres”. Es decir, despliega al máximo, asumiéndolo y embelleciéndolo, eso que ya eres: en tu dimensión corpórea y espiritual que te conforman como una unidad en tu persona y, desde ahí, desarrollarte y desplegarte al máximo. La capacidad de dar vida y la maternidad, sea biológica o espiritual, son, sin duda, parte del ser femenino.
Partir de cero, como los promotores de la deconstrucción, algunos de los cuales se apoyan en Simon de Beauvoir y su conocido “no se nace mujer, sino que se hace”, haría perder el fundamento indudable de la dignidad como tal; pero entonces, ¿de qué estaríamos hablando si perdemos la dignidad?
Reivindico eso: ser lo que somos en su versión auténtica.