La Unión Europea (UE) y América Latina y el Caribe (ALC) deben revitalizar su relación en un entorno global cada vez más disputado, profundizando su cooperación política, económica y social. El regreso de la UE a la región después de años de una presencia de bajo perfil no debe percibirse como un intento de asegurar la autonomía estratégica de la UE a expensas de los recursos y materias primas de América Latina. En cambio, la UE debe hacer una oferta competitiva a la región de ALC, atendiendo sus necesidades y demandas, y apoyando sus ambiciones de transiciones digitales y “verdes” socialmente inclusivas y sostenibles. Esto requerirá que la UE invierta más capital político y económico en la región, mientras que ALC debe comprometerse con reformas regulatorias y legales genuinas para atraer inversiones públicas y privadas.
Tales son algunas de las evaluaciones que hacen Carla Hobbs, Ángel Melguizo, Víctor Muñoz y José Ignacio Torreblanca, como investigadores del European Council on Foreign Relations (ECFR), a propósito de las divergencias y convergencias habidas y por haber entre América Latina y el Caribe y la Unión Europea. Pero hay más que analizar al respecto.
Por ejemplo, estos investigadores agregan sobre el análisis de dichas divergencias y convergencias que América Latina y la UE enfrentan tres desafíos comunes.
- Primero, el debilitamiento continuo del sistema multilateral y sus instituciones. Como se hizo evidente durante la pandemia de covid19, el sistema multilateral enfrenta enormes desafíos para proporcionar bienes públicos globales, incluso aquellos tan esenciales e indiscutibles como la atención médica.
- Segundo, la fragmentación de la globalización y el aumento del proteccionismo económico. La recuperación económica post-covid19 se ha orientado en gran medida a reforzar la seguridad, tanto económica como militar, para limitar o reducir la interdependencia a través de prácticas como el near-shoring o el ‘friend-shoring’.
- Tercero, la fragilidad de los procesos políticos internos. El mundo ha experimentado una importante regresión democrática en los últimos 17 años, que ha afectado tanto la cantidad como la calidad de las democracias liberales existentes o aspirantes. La inestabilidad política, la volatilidad electoral, las instituciones políticas y los medios débiles, así como la creciente desconfianza en el estado, son ahora la norma y ALC y la UE no están exentos de esta tendencia.
Si la UE y la región ALC van a desarrollar una asociación estratégica, deben profundizar su cooperación política, económica y social, según explican Hobbs, Melguizo, Muñoz y Torreblanca. En éste sentido, agregan que en el aspecto político, a pesar de compartir valores y objetivos, la diversidad de América Latina y la huella desigual de la UE allí hacen que sea difícil, si no imposible, lograr una ambiciosa asociación estratégica birregional. Esto no significa que la UE deba adoptar un enfoque diferenciado por principio, sino que debería ofrecer a la región un gran paraguas bajo el cual puedan tener lugar muchas conversaciones diferentes.
En primer lugar, es clave que ambas partes entablen una conversación honesta sobre su voluntad de traducir las promesas en resultados concretos. ¿Está abierta la UE a invertir el capital político necesario para que se materialicen proyectos como el Mercosur y la profundización de los acuerdos de liberalización comercial existentes con ALC? ¿Aumentará la UE su menguante presupuesto de cooperación para la región, abogará por ALC en foros multilaterales y financiará adecuadamente iniciativas como Global Gateway y Digital Alliance? ¿Creará América Latina y el Caribe un entorno propicio para las inversiones públicas y privadas de la UE?.
En el aspecto económico, se considera que las economías de ALC, aún recuperándose de la pandemia, ahora están sufriendo debido a la guerra en Ucrania y las sanciones impuestas a rusia, y además están expuestas a los altos precios de la energía y los alimentos, así como al aumento de la inflación y las tasas de interés. En consecuencia, la estrategia de la UE para relanzar la relación se evaluará en función de su capacidad para promover el comercio, la inversión y el empleo. Aunque la era de los grandes acuerdos birregionales de liberalización comercial haya pasado, la UE no debe ser la causa del fracaso del acuerdo UE-Mercosur, en caso de que esto ocurra. Y particularmente si fracasa, será necesario redoblar esfuerzos para modernizar los acuerdos existentes y, sobre todo, generar programas de promoción de inversiones y comercio, tanto inter como intrarregional.
Los investigadores Hobbs, Melguizo, Muñoz y Torreblanca señalan también que, como muestra la Carta Iberoamericana de Principios y Derechos en Entornos Digitales, recientemente aprobada, las agendas de valores comunes, si bien no son suficientes por sí solas, brindan una plataforma e incentivos para colaborar. El compromiso de la UE con los derechos humanos, la democracia y los valores sociales en todos los ámbitos de su acción exterior debería ayudar a las sociedades de la región a encontrar en la UE apoyo a sus esfuerzos por reforzar la protección de los derechos humanos y la buena gobernanza en sus propios países, promover el retorno a la democracia donde corresponda, como en venezuela y nicaragua, y revertir los procesos de desinstitucionalización democrática como los observados en Centroamérica.
Para los referidos investigadores, es legítimo que la UE busque el apoyo de la región en su búsqueda por respaldar el orden basado en reglas frente a los desafíos que plantean Rusia y China, así como para ayudar a respaldar sus propias transiciones ecológicas y digitales y su crecimiento económico. Sin embargo, la UE no puede ser percibida como interesada exclusivamente en explotar los recursos naturales y los mercados de ALC para asegurar su propia autonomía estratégica y reunir los votos de la ONU en la región, mientras que al mismo tiempo ignora las necesidades y preocupaciones de la región. ALC no necesita más extractivismo, ya sea de sus materias primas o de datos, sino verdaderos socios en el desarrollo de industrias y servicios locales que promuevan el crecimiento y la inclusión social.
Por otro lado, los países de ALC deben comprometerse seriamente en una profunda reforma regulatoria e institucional para atraer inversiones y capitales extranjeros. Por lo tanto, al cooperar en transiciones verdes y digitales socialmente inclusivas, la UE y ALC podrían establecer una asociación más sostenible, a largo plazo y centrada en los derechos humanos, que les permita abordar desafíos y objetivos compartidos.
Para obtener más información sobre ésta temática entre ALC y UE, se recomienda revisar el siguiente link