Escribe: Esther Gómez De Pedro, directora nacional de Formación e Identidad Santo Tomás.
El peso que en los medios de comunicación ha tenido la financiación de este evento ha opacado el hecho de que esta visita tiene una finalidad que tiene que ver con cada uno de los que vivimos en este país. Por eso quiero nos planteemos el hecho en sí mismo. Más allá de las circunstancias de todo evento masivo, hay algo muy sencillo: viene a vernos alguien especial para traernos un mensaje y para impulsarnos en la esperanza de un camino.
El que viene no es cualquiera. Es el sucesor de Pedro. ¿Y quién es Pedro? Pedro fue aquel apóstol al que Cristo le encargó la misión de cuidar y pastorear el rebaño de sus seguidores.
En esta línea, nunca interrumpida, el Papa Francisco es el sucesor número 266. Y como parte de su misión de pastor de la Iglesia universal también visita a sus “ovejas” para encontrarse con su rebaño disperso por el mundo entero. Por eso el lema de su visita a Chile: “Mi paz les doy”, no son unas palabras suyas, sino del mismo Cristo que le envía.
Más allá de sus cualidades personales y de país de origen, sabe que es transmisor de un mensaje y de una vida sobrenatural que ha de custodiar y recordar. Por eso también viene como peregrino de la vida y de la paz: la vida de cada uno de sus hijos y de todos los hombres y la paz, la que nace de la justicia y del reconocimiento del valor de cada uno, empezando por Dios, del que todo bien procede.
También viene a verte para recordarnos que somos peregrinos camino de la patria celestial, pero que no debemos desentendernos de lo cotidiano sino aportar responsablemente con nuestros dones y cualidades al verdadero bien común. De ahí que reiteradamente haya hablado de ecología integral y del cuidado de la casa común, y no deje de llamarnos a tomarnos en serio esa tarea que promueve el bien y el progreso de Chile y del mundo.
Lo que nos viene a traer es muy importante; por eso es bueno que podamos detener por un momento al menos los afanes del día a día para que salga a la luz lo que da sentido a la vida. Sin la vivencia de ese amor de Dios por mí y por cada uno, ¿cómo podremos edificar proyectos de vida para el amor y para el bien común, capaces de revertir el egoísmo originario que brota desde dentro tantas veces?
30 años después de la visita del gran peregrino Juan Pablo II, hoy santo, este otro Papa viene a vernos para recordarnos lo mismo: lo esencial de la vida.