Escribe: Eduardo Quinteros, director de Asuntos Estudiantiles Santo Tomás Temuco.
En Chile contamos con varias características que nos identifican, con la que nos reconocen en varios lugares y tenemos claro que una de ellas tiene que ver con la solidaridad y entrega cada vez que nuestros compatriotas lo necesitan, ya sea por una tragedia o eventualidad que necesite de una mano amiga (siendo positivo en la mirada transversal de lo solidario).
Es aquí donde nuestros jóvenes generalmente son protagonistas, nos sorprenden y llenan de orgullo, sacando lo mejor de nuestra idiosincrasia a través de las diferentes acciones que desarrollan.
En general se habla de una tarea pendiente, de educar para luchar contra la desigualdad, donde cada vez más instituciones públicas o privadas nos sorprenden positivamente con actividades de voluntariado de alto impacto, y con inversiones inmensas en recursos para su desarrollo logrando convocar cantidades impresionantes de voluntarios a sus campañas. Sin embargo, cabe cuestionarse, ¿estamos cumpliendo de verdad con esta Responsabilidad?…
La verdad es que todos quienes participamos o lideramos este tipo de acciones debemos realizarnos una autocrítica al momento de evaluar esto y utilizar el concepto de “terminar con la desigualdad” construyendo una vivienda para una familia, arreglando una plaza o reparando una escuela… Debemos encontrar en nuestro trabajo el compromiso y la responsabilidad con el otro sujeto y no sólo con mi satisfacción de ayudar; debemos incluir el valor de la persona en cada acción que realicemos.
Las intervenciones de carácter social antes mencionadas deben poseer continuidad y un carácter permanente de desarrollo. Apadrinar muchas veces a un sector o una comunidad y generar un trabajo responsable a largo plazo con el fin de poder observar resultados concretos y reales en la superación de las dificultades que el lugar a intervenir pueda presentar.
Muchas veces construir una vivienda es una gran obra, pero es menos que ver aprender a leer a una persona de 40 años, o entregarle capacitaciones para el desarrollo personal a una dueña de casa con el de poder darle vida a su pyme.
Todas las obras sociales tienen un alto impacto, sin embargo, el desarrollo continuo y responsable nos entrega la opción de poder visualizar el crecimiento de lo que estamos realizando y sentir de manera real el aporte que estamos generando en nuestra comunidad.
La tarea del voluntariado debe ser permanente y la responsabilidad con el otro un eje central de cualquier acción que decidamos emprender en esta línea de acción…
Quienes nos atrevemos a ser parte de este tipo de desafíos debemos comprometernos no sólo con el aporte que esto significa para nuestro país y el beneficio que pueda significar en los lugares intervenidos, sino que con mucho más.
El voluntario es un agente de cambio, que si observa y comprende lo que hace durante su paso por la experiencia que decide vivir, será un aporte gigantesco al cambio de paradigma social y cultural de nuestro país, con esto quiero decir que está bien centrarnos en la obra, pero nuestra verdadera herramienta de cambio está en la persona, y como tal es ahí donde se realiza la verdadera construcción, hecha en valores, ideales y desafíos por querer construir un mejor país, desde las personas y para las personas.